El Gran Gatsby(c.1)

El Gran Gatsby(c.1)

Author:Scott Fitzgerald
Language: es
Format: mobi
Tags: dramática, novela
Published: 2011-12-17T21:54:31.607766+00:00


Michaelis, el joven griego dueño de la cafetería cercana a los morros de ceniza, fue el principal testigo en la indagatoria. Se había quedado dormido durante las horas de calor, hasta las cinco, momento en que caminó hacia el taller, donde encontró a George Wilson enfermo en la oficina; muy enfermo en realidad, tan pálido como su cabello, y con temblor en todo el cuerpo. Michaelis le aconsejó que se acostara, pero Wilson rehusó, diciendo que podría perder clientes si lo hacía. Mientras el vecino trataba de persuadirlo se desató un alboroto tremendo arriba.

Tengo a mi mujer encerrada explicó Wilson con calma—. Allá se va a quedar hasta pasado mañana, y entonces nos vamos a ir de aquí.

Michaelis se quedó asombrado; habían sido vecinos durante cuatro años, y Wilson jamás había parecido ni remotamente capaz de decir algo así. Casi todo el tiempo daba la impresión de ser un hombre agotado: cuando no estaba trabajando, se sentaba en una silla a la entrada a mirar a la gente y los autos que pasaban por la carretera. Cuando alguien le hablaba, reía con amabilidad pero sin gracia. Era un hombre dependiente de su esposa y no su propio dueño.

Entonces Michaelis, como es natural, trató de descubrir qué había acontecido, pero Wilson no soltaba prenda; en lugar de responder, comenzó a echarle miradas curiosas y llenas de recelo y a preguntarle qué había estado haciendo ciertos días a ciertas horas. En el momento en que éste último comenzaba a sentirse incómodo, un grupo de trabajadores pasó por la puerta rumbo a su restaurante y Michaelis aprovechó la oportunidad para marcharse, con intenciones de regresar más tarde. Pero no lo hizo. El cree que se le olvido, eso es todo. Cuando salió de nuevo, a las siete pasadas, se acordó de la conversación al escuchar la voz de la señora Wilson, alta y en tono de regaño, abajo en el taller.

—¡Pégame! —oyó que gritaba—. ¡Tírame al suelo y pégame; tú, asqueroso cobarde, insignificante!

Un segundo más tarde salió corriendo en la oscuridad, agitando las manos y gritando, y antes que el hombre pudiera moverse de la puerta el asunto había terminado.

El “auto de la muerte”, como los periodistas lo llamaron, no se detuvo; salió de la atenazadora penumbra, hizo un breve y trágico zig-zag y desapareció en la siguiente curva. Michaelis ni siquiera estaba seguro del color; al primer policía le dijo que era verde claro. El otro auto, el que se dirigía a Nueva York, vino a detenerse cien yardas más adelante y su chófer se apresuró a ir al lugar donde Myrtle Wilson, su vida apagada con violencia, estaba de hinojos en el camino, su espesa sangre oscura mezclada con el polvo.

Michaelis y aquel hombre fueron los primeros en llegar allí, pero cuando le rasgaron el vestido camisero, todavía empapado de sudor, vieron que su seno izquierdo colgaba suelto como una aleta, y que no había necesidad de auscultarle el corazón. Tenía la boca bien abierta y rasgada por las comisuras, como



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.